viernes, 29 de octubre de 2010
La batalla por la ANFP
Los vasos comunicantes entre fútbol y política no son nuevos en la historia nacional. Los utilizaron Arturo Alessandri Palma, Pedro Aguirre Cerda, Carlos Ibañez del Campo y Augusto Pinochet. Sólo que ahora se dan en un estado de manipulación medial inédito, y el interés histórico de Sebastián Piñera desde antes de ser Presidente en este ha sido, al mismo tiempo, negocio y oportunidad política. Y frente a ello la administración que Mayne-Nicholls hace de la ANFP se erige en un obstáculo.
No hay otra explicación frente al interés por separarlo del cargo, cuyo ejercicio le permitió a la asociación superar la profunda crisis institucional que vivía, ordenar su administración y generar un proceso de recuperación de la confianza y la imagen perdidas, tanto nacional como internacional. Lo que no era fácil debido a los problemas económicos y de gestión en todos los clubes, y al proceso de transformación hacia sociedades anónimas deportivas que, como consecuencia de ello, se habría paso.
Las opciones corporativas de Mayne-Nicholls han apuntado siempre en una dirección totalmente diferente al uso político clientelar del fútbol. Y aunque en reiteradas oportunidades ha sostenido que la ANFP debe actuar de manera gubernamental, y trabajar bien con todos los gobiernos para proveerse del fomento y los apoyos que requiere –lo que explica su relación con Michelle Bachelet- cree que esta se debe apartar de la política.
Entonces no se trata de un problema ni de organización ni de fútbol, sino de política. Es precisamente ese éxito -que todos reconocen-, el que no está al alcance medial de los estrategas del espectáculo como capital político.
La cantidad de interese económicos en juego, si bien importantes, no alcanzan para justificar un hecho que de concretarse –la salida de Harold Mayne-Nicholls – traería más problemas que beneficios a los clubes, incluidos los más grandes. En primer lugar porque con una competencia ordenada y con el Canal del Fútbol en manos de la AFNP, incluso con el actual sistema de reparto de utilidades que no les gusta a los clubes grandes, todos recibirían más ingresos.
En segundo lugar, los clubes más pequeños, que son la mayoría, saben que se requiere una institucionalidad equitativa, capaz de armonizar y viabilizar una visión de cooperación entre clubes grandes y pequeños. Ello para hacer funcionar el híbrido institucional que es la ANFP, en cuyo interior conviven organizaciones deportivas organizadas como corporaciones o fundaciones de carácter civil con otras que son sociedades anónimas.
Pero quizás si lo más importante para los clubes sea el valor de los intangibles –imagen del fútbol profesional chileno y valorización internacional de los jugadores- que una buena administración -y la de Harold Mayne-Nicholls lo ha sido-, aporta.
Eso queda demostrado en la gestión impecable de la Selección Nacional de fútbol bajo la dirección de Marcelo Bielsa, que concita elogios internacionales y el apoyo unánime de la ciudadanía.
Entonces no se trata de un problema ni de organización ni de fútbol, sino de política. Es precisamente ese éxito -que todos reconocen-, el que no está al alcance medial de los estrategas del espectáculo como capital político. En crudo, estos prefieren diez partidos de fútbol a estadio lleno durante el año, que diez leyes aprobadas unánimemente para el desarrollo de Chile en el Congreso.
Es ese interés el que parece gatillar la acción de los tres grandes clubes, que son sociedades anónimas, contra Mayne-Nicholls. Aceptando incluso el costo de la partida de Marcelo Bielsa como entrenador de la selección nacional. Todo favorecido por la existencia de una fronda de funcionarios, asesores, parientes y amigos -la mayoría conspicuos militante de la Alianza, incluido el propio Presidente de la República-, como accionistas o propietarios de eso clubes. Entonces, de fútbol hay poco. Solo un business donde lo importante ya no es divertirse sino ganarlo todo.
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